miércoles, 15 de febrero de 2012

Segundo acto

En el que, contra todo pronóstico, se abre verdaderamente el telón. Expuesta sobre el escenario en un monólogo infinito la actriz interpreta el único papel que sabe.

¿Se preguntan por qué el diluvio? En el vertido de hoy, como aguacero, tienen por orden cronológico inverso (le seguirían las entradas de enero y posteriormente lo que vaya publicando a partir de hoy) fragmentos, retazos, oleadas, de las tormentas que me han asolado durante el último año.

Las palabras no son barcas. Son apenas un trozo de tablón, que se va royendo, que se va pudriendo. Pero, sin ser perfectas, ayudan a mantenerse a flote cuando no escuchaste las recomendaciones de la azafata sobre los chalecos salvavidas.

Pasen y vean.

Chica tetabrick (enero 2012)

Un satélite,

que conoce su centro de gravedad

y, sin poder evitar la atracción,

sabe que su órbita no le permitirá acercarse.


Un náufrago,

sediento pero rodeado de agua

que le refresca y le recuerda su sequedad

al convertirse en mera sal en sus labios.


Un bulímico,

inapetente ahora de todos los deseos

porque el día que perdió su alimento

desaprendió incluso el uso de sus dedos.


Un juguete desechado,

que disecciona sus taras

y que comprende que, incluso si sale de la caja,

no será por las manos esperadas.


Un envase vacío

que no quiere reciclarse

porque, para su llanto,

nunca termina la madrugada.

Memento (diciembre 2011)

Lo más difícil es borrarte de los planes,

hacer desaparecer las ciudades

que tú ni siquiera habías soñado pisar,

y yo había imaginado para ambos.

Lo más complicado es eliminar

las marcas en los mapas que recorrimos,

pintadas en lápiz,

-inútil precaución-

pero grabadas a fuego.

Peor que el hoy,

acostumbrado el lecho a respetar tu hueco vacío,

es la ausencia de mañanas

-cruel drenaje de ilusiones-.

Más dura que la propia noche,

es el susurrar de recuerdos de la almohada,

el viaje a otro tiempo, a otro lugar,

que no se pregunta si eran mejores,

porque eran, sencillamente, contigo.

El corazón de las tinieblas (diciembre de 2011)

Aquel corsé confinado en la maleta
que no se atrevió a salir
previendo el rechazo.
El mismo compartimento sellado
con las respuestas que no quería oír.

Cuando llegó la explosión
ya estaba sorda
ya no veía
y los trozos desmembrados
que apenas conservaban sangre
encajaron la vibración
parando de revolcarse en el suelo.

Las rodillas arañadas
-de arrastrarse, de caer-.
Las alas cortadas
-extracción de esperanza-.
Los baños de bilis
-que escuecen y alivian-.

El cuerpo vacío
equilibra
una mente desbordada.
Y el aliento se acompasa
cuando duermes de nuevo
aunque no queden sueños.

Crujidos (octubre 2011)

El silencio que ahoga mis voces
en interrogantes,
como certezas de una humedad sedienta
que se enrosca por los huesos.

La huella salada en la tela
que no consuelan los dedos, lejanos,
amarga el retorcido, insistente
mordisco de la memoria.

El ardor del vacío
golpeando mi paladar.
La sinestesia de la nostalgia.
Olor a gris.

Contra el eco de esa pared,
desafío de mi propia voz,
que señala -que se aferra -
como refugio -como destino- al horizonte.


Y a ti.

Completamente viernes (julio 2011)

Como lamer el helado del plato.
O un calentador que nunca se acaba.
Igual que los graffitis de las estaciones,
que el olor a pan llenando la mañana.
Conviértete en un placer
irrenunciable y cotidiano.

Como las olas rompiendo en mis tobillos.
O el amargodulzor del chocolate en las dietas.
Igual que el amarillear del trigo en la meseta,
que el abrazo de la almohada propia.
Haz que el pinchazo de tu nostalgia
me forme sin devastarme.

Como el billete de vuelta a casa.
O aquel muñeco que siempre me abraza.
Igual que el poema que más me conoce,
que la viñeta que me abstrae.
Permíteme necesitarte y temer,
pero nunca me faltes.

La diagonal del loco (junio de 2011)

Tus palabras se volvieron frías,

como tus dedos antes de poseerme.
Y no dejé de preguntarme:
¿Es peor la sed del desierto
o la de quién, rodeado de nieve,
sabe que no volverá a probar el agua?
Me revuelco por el hielo
y, a corazón desnudo, quema.
Tablas.
Ni se apaga el ardor de mi vientre,
ni se resquebraja el muro.
Pero yo, cuando no gano, pierdo.

La persistencia de la memoria (mayo 2011)

Tic. Tac. Tic. Tac.
Una explosión incontrolada.
El mundo quedó intacto.
Mis relojes se ralentizaron.
Desgajada.
En un tobogán en forma de espiral.
No es un sueño que caigo.
Más, más, más abajo,
y nunca me parto contra el suelo.
El roce produce las quemaduras,
las llagas. Hunde tus dedos.
Si imaginas que vuelas
se te derriten las alas.
Pero no mata.
La hemorragia de mis deseos me baña.
El futuro fragmentándose en confeti.
Tic. Tac. Tic. Tac. Constante.

Ganas de ti (marzo 2011)

¿Has oído los gritos?
Aúlla.
Suplica el vientre, aúlla.
¿Has sentido el latido?
Devora.
Ruge la garganta, devora.
Teme por las palmas abandonadas
que no encuentran qué lamer a su paso.
Sufre por los pezones huérfanos
que frotan su hambre dura contra la tela.
Llora por este calor húmedo
que prefiere secarse, negarse, contenerse
que admitir esta soledad de ti.
¿Has saboreado el silencio?
Observan.
Reclaman las entrañas, observan.

Two face (marzo 2011)

Al final todas salieron cruces.

Desde el sabor ferroso de tus labios

a la amarga bilis martilleando mis clavos.

Duele helada la memoria.

Al roce de la carne crepitando.

Al mar en que nos ahogamos

- permíteme llamar olas al agua que no se calma -.

No salvé ninguna tirada.

(No perdí ninguna mirada).

Ya sólo garabateo en el aire

sin el dulce impresionismo al derramarte sobre mi torso.

Dame un nuevo lanzamiento

para recuperar la caricia cítrica

que cura las madrugadas de invierno.

Book of rhymes (febrero 2011)

Yo prefiero el verso libre.

La rima trata de dominarme.

Otra cadena autoimpuesta.

Como el día que te di mis riendas

- ven, espoléame, cabálgame, tira de ellas -.

Como buscar en todos lados

para acabar no encontrándome en tus ojos

- ahora cerrados, ahora distantes -.

Como lamerme esta herida

- casi mimarla, recrearme en ella -

porque tú la has provocado.

O como atarme sin esperanza,

rodeando con mis piernas la nada,

besando tu marcha con mis yemas,

alimentada de una voz que es sólo recuerdo.