Aquel corsé confinado en la maleta
que no se atrevió a salir
previendo el rechazo.
El mismo compartimento sellado
con las respuestas que no quería oír.
Cuando llegó la explosión
ya estaba sorda
ya no veía
y los trozos desmembrados
que apenas conservaban sangre
encajaron la vibración
parando de revolcarse en el suelo.
Las rodillas arañadas
-de arrastrarse, de caer-.
Las alas cortadas
-extracción de esperanza-.
Los baños de bilis
-que escuecen y alivian-.
El cuerpo vacío
equilibra
una mente desbordada.
Y el aliento se acompasa
cuando duermes de nuevo
aunque no queden sueños.
miércoles, 15 de febrero de 2012
El corazón de las tinieblas (diciembre de 2011)
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