como tus dedos antes de poseerme.
Y no dejé de preguntarme:
¿Es peor la sed del desierto
o la de quién, rodeado de nieve,
sabe que no volverá a probar el agua?
Me revuelco por el hielo
y, a corazón desnudo, quema.
Tablas.
Ni se apaga el ardor de mi vientre,
ni se resquebraja el muro.
Pero yo, cuando no gano, pierdo.
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