Lo más difícil es borrarte de los planes,
hacer desaparecer las ciudades
que tú ni siquiera habías soñado pisar,
y yo había imaginado para ambos.
Lo más complicado es eliminar
las marcas en los mapas que recorrimos,
pintadas en lápiz,
-inútil precaución-
pero grabadas a fuego.
Peor que el hoy,
acostumbrado el lecho a respetar tu hueco vacío,
es la ausencia de mañanas
-cruel drenaje de ilusiones-.
Más dura que la propia noche,
es el susurrar de recuerdos de la almohada,
el viaje a otro tiempo, a otro lugar,
que no se pregunta si eran mejores,
porque eran, sencillamente, contigo.
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