Entrego esas llaves
y cierro
la última puerta de tu memoria física.
Esa cama que nunca supe
ocupar entera como propia,
la mirada irónica de goma
de los patos que hace mucho que no están.
Doy portazo
a nuestro único refugio
permantente y repetido
entre tantos hoteles de paso.
Lo que yo fui.
Tu fantasma se queda
entre el vapor de la ducha,
con los vasos y el papel de cocina,
útiles antiguos que no encuentran sitio
en este camión de la mudanza.
Portazo a tantas cosas, pero que debe servir para poder entrar a otras experiencias mucho mejores para ti. Sé feliz, peque.
ResponderEliminarLo bueno de mudarse
ResponderEliminares que el exorcismo es rápido
el tamaño de las cajas selecciona
lo que nunca deberías llevarte.